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viernes, 26 de agosto de 2011

La sacudida que hacía falta...


Ya tiene mucho rato en el que muchos ciudadanos de este país nos sentimos invadidos, vulnerables, atacados, alterados, preocupados, angustiados, y nuestras razones, cualquiera que sean, y desde cualquier sitio del país desde donde se proyecten, son válidas. No es motivo de inventos, no es motivo de rumores, no es motivo de una imaginación que ya quisiera Tim Burton para una película. Es nuestra realidad. Nuestra triste realidad que nos invade y nos hace sentir con una gran interrogación en la cabeza preguntando: qué falta? Qué sigue? A dónde vamos a llegar?

Desde ayer derivado de los sucesos recientes traigo una molestia y un sentimiento de ‘no puedo creerlo’ que ha ido en constante aumento… y sí, luego de haber superado el periodo de mentadas de madre para quienes se las merecen y demás, es hora creo yo de cambiar el switch un poquito. Cuesta, pero quiero creer que es posible.

Leer en los encabezados de los periódicos del país ‘terrorismo’ te deja sin palabras. Piensas en tierras lejanas, piensas en lugares cuyo nombre es impronunciable… pero no. Recién lo vivimos hace unas horas cuando más de cincuenta personas murieron en un ataque a un casino en Monterrey, y a eso se le suman muchos sucesos que se ocultan, que no salen a la luz, que son demasiado macabros para concebirlos en nuestras cabezas. Y todo esto es lo que debe motivarnos a buscar maneras de ir en contra de todas estas desgracias que están ocurriendo, de buscar formas de hacernos presentes y decir: “soy un ciudadano que quiere un cambio y que quiere vivir en un ambiente sin tensiones ni escepticismos”.

Cómo hacerlo? Cómo dejar a un lado esa mentalidad retrógrada que nos tiene hundidos en tanta mierda desde hace ya tanto tiempo? Habrá forma? Creo que sí la hay. Hay que empezar de cosas simples. Desde dejar de pensar que vas a ahorrar comprando una película pirata porque ‘las originales son muy caras’. Generar empleos, si tienes un negocio. Consumir productos hechos por manos mexicanas. Ser buen vecino. Dejar de ver programas de televisión que nos idiotizan y nos hacen de verdad, perder el tiempo. Leer libros (sí, aquí no entran las revistas de chismes y sensacionalistas). Enseñar a los pequeños la diferencia entre el bien y el mal. Ceder el paso al peatón y no pegarte al claxon. Respetar señalamientos. Trabajar. No maltratar a la gente ni a los animales. Querer a quienes nos rodean. No permitir que se pierdan los valores morales. Retomar la importancia de las bases familiares. No descuidar la educación de los hijos ni dejarlos a la deriva de malas compañías o influencias dudosas. Interesarnos por lo que le pasa a la gente en nuestro entorno. No caer en actos de corrupción, dando 'mordidas' para salir de un problema. No consumir drogas, que es en gran parte consecuencia del problema que estamos viviendo. Exigir a quienes nos gobiernan, conociendo sus obligaciones y nuestros derechos.

Aunque no parezca, con esos pequeños granitos de arena podremos ayudar en mucho a mejorar lo que estamos viviendo. Estoy segura que somos muchos, muchísimos que estamos hartos, que estamos cansados de vivir como vivimos, y que somos mayoría. Dejemos que nuestra voz se oiga. Demostremos que no solo nos quejamos, sino que alzamos la voz porque queremos un país tranquilo, que no queremos que diariamente en los periódicos aparezcan encabezados de adversidades, sino de esperanza y de oportunidades.

Sacudámonos del letargo a raíz de estas desgracias que han ocurrido, y aunque cueste mucho (porque neta que es complicado!) no vivamos con miedo. Seamos valientes, luchemos por el mundo que queremos para nuestros años por venir, para nuestros hijos, para nuestros hermanos menores, para los que aún no llegan al mundo… No permitamos que todos estos actos tan bajos se vuelvan algo cotidiano. Accionemos, y no nos quedemos de espectadores. Alcemos las voces. Demostremos de qué estamos hechos los mexicanos. Demostremos que se puede!!!

domingo, 7 de agosto de 2011

Entre leerlo y vivirlo...


La verdad es que no sabía si sería buena idea compartir esto o no, así que me tomé un poco de tiempo para pensar qué sería lo correcto... y creo que por ahora, lo adecuado es tratar de plasmar una experiencia que recién viví, para así, quizá, seguirle... entonces todo esto lo tomaré como un ejercicio mental para ayudarme un poco y quizá... solo quizá... poder continuar.

El viernes pasado fue el primero del mes, razón por la cual varios twitteros de Veracruz nos reunimos, para conocernos, para convivir, para compartir anécdotas, para vernos, vaya!!! es una tradición ya que mes a mes se va reforzando y es una convivencia súper amena, muy a gusto.

Estábamos en un café sobre la calle Martí, en la esquina de Heriberto Jara, en la parte de afuera (somos muchos, realmente es complicado encontrar un lugar adecuado para que quepamos a veces!) y desde las 7.30 empezamos a llegar; el resultado fue súper padre porque llegó mucha gente, algunos viejos conocidos, otros que apenas se atrevieron a reunirse en vivo para compartir un rato, y vaya... todo iba bien.

La pesadilla (cómo le llamo? la verdad no tengo idea de cómo decirlo) fue alrededor de las 9, 9.30  de la noche, quizá. Ya había pagado mi cuenta, ya estaba todo listo para que nos fuéramos de ahí (mi amiga Mariana se venía conmigo, porque su casa me queda de paso) pero entre charla y fotos, no terminábamos de despedirnos como se debía.

Y de repente... todo sucedió en un instante. En un ratito del cual no tengo noción total porque hay cosas de las cuales no me puedo acordar. Sonido de ametralladoras. Clarito y muy cerca. En segundos corrí, junto con todos, entramos al restaurant, y nos tiramos al piso (acción por la cual hasta el día de hoy mis rodillas me mientan la madre.) La gente que estaba adentro al vernos reaccionaron de la misma forma, tirando mesas, sillas y no sé si algo más. Gritaron que nos subiéramos al segundo nivel, y en automático lo hicimos. Una vez arriba trataba de ordenar ideas, pero no pensaba nada. Atiné a marcarle a mi mamá para avisarle, porque si escuchaba algo y no sabía de mí, seguro no estaría tranquila, por lo cual decidí reportarme. Rostros asustados, trataba de contar a mis amigos, con quienes compartía la mesa hacía unos instantes, pero hasta los números me fallaban. Pensé en mi familia, en mis hermanos que están lejos, en mis amigos, y seguramente pensé en más cosas, pero que al tratar de recordarlas, se desvanecen... En el café creo recordar que pusieron la música más alta, que la dueña nos ofrecía vasos de agua o cualquier cosa que necesitáramos... yo solo quería, obviamente, estar en casa.

Luego de un ratito que me pareció muy largo, y tratando de calmarme, y ya cuando al parecer las cosas estaban menos tensas, nos fuimos. Del camino recuerdo que platiqué con Mariana, que creo que, tanto ella como yo rezábamos para que en el trayecto no nos topáramos con nada extraño y, al mismo tiempo, que los kilómetros de distancia del café a nuestras casas disminuyeran para estar ahí pronto. Llegué a su casa, me despedí con un abrazo, dejé que entrara, y llegué a casa. No podía abrir la puerta de mi casa (háganme el favor!) y luego de varios intentos lo logré, y entré. Subí al cuarto de mi mamá, que ya me estaba esperando.... y solo atiné a abrazarla y llorar y llorar y llorar...

A partir de ahí, creo que una parte de mí se asustó tanto, que huyó por un ratito hasta que las cosas dejen de ser tan complicadas. Pensé que ya al día siguiente estaría bien, pero descubrí que no. Que si me abrazan, me dan ganas de llorar. Y lo comprobé el sábado a la hora de la comida cuando una de mis tías lo hizo y sin querer, comencé a llorar de nuevo. También comprobé que no quiero salir. Que no quiero estar en la calle. Que se me quiebra la voz más seguido de lo que yo quisiera. Que traigo un sentimiento atorado que no sé en qué momento es que va a salir. Que sé que pierdo mi tiempo si me pongo echar culpas a alguien. Que no me siento segura. Que quiero a mi Veracruz como era antes. Que no tolero que diariamente haya hasta 5 ó 6 balaceras en un día. Que no me gusta sentirme así, pero no puedo evitarlo. Que me asusta que los periódicos se llenen de esquelas de gente que estuvieron a dos cuadras donde estaba yo, y que 'les tocó'. Que me siento sumamente frágil.

Ya tiene rato que leer de estos sucesos es del diario, que avisamos a nuestros conocidos de las noticias de las cuales nos enteramos para estar alertas, para quedarte en casa, para que lo tomen en cuenta... pero ya estar ahí... es una historia totalmente distinta. Y es algo que no le deseo a nadie, pero que lamentablemente, estando como está la situación... no puedo asegurar que a nadie de los míos le va a tocar vivirlo...

Creo que mi temor más grande es que las cosas no vuelvan a ser como antes... tanto en mi ciudad, como en mi persona. Cuándo va a desaparecer esta sensación extraña que desde el viernes en la noche empecé a sentir y se rehúsa a abandonarme? Espero que pronto...