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miércoles, 29 de febrero de 2012

Un botón faltante...


De un tiempo para acá, he estado pensando en el hecho de que todas las personas que habitan este planeta cuentan con un chip o con ‘algo’ que les hace señas o les avisa o les da toques o los noquea cuando se topan con el amor de su vida. Un pequeñísimo mecanismo que les dice: “no l@ dejes ir!!!!!” y así es como las historias de amor empiezan, y se van dando y más o menos siguen con el ‘vivieron felices para siempre’ en una realidad alterna sin castillos ni reinados ni caballos blancos.

Estoy empezando a creer seriamente que yo carezco de ese chip, de ese botón, de ese ‘algo’ que te informa que te has topado de frente con alguien con quien vale la pena compartir tu tiempo y parte de tu vida, o que de plano se fundió por intentar utilizarlo en demasiadas ocasiones, o de plano se echó a perder por todo lo contrario, o sea, porque no le daba el uso adecuado. O de plano el aviso no me llega a tiempo al cerebro y cuando me da por reaccionar, ya es demasiado tarde…

Cuántos de nosotr@s no hemos dejado ir a gente realmente valiosa por motivos que, pensados mucho tiempo después, son de lo más tontos? Cuántas veces nos dejamos llevar por lo que los demás decían o por lo que los cuentos nos han hecho creer a través del tiempo, para más tarde darte de topes en la pared porque no seguiste a tu corazón y pensaste que las voces externas tenían más razón que tú? Digo, es totalmente válido pedir opiniones y escuchar comentarios externos a lo que tú piensas, pero basar en eso tus decisiones? Que bueno, si sigo en este caminito vamos a llegar a un punto de mini-discusión: se dice que cuando te enamoras o te emocionas o te llegan las mariposas en el estómago no puedes ver con claridad ni con realismo las cosas, entonces de vez en cuando hacen falta señales externas para saber si la estamos regando o si vamos por buen camino. Que sea lo que sea, si es mala experiencia pues (se supone) algo te dejará de aprendizaje, y si es buena experiencia pues tendrás tu final feliz… pero el punto es… hasta qué punto?

Y el rollo es que si te pones del lado de la persona que da el consejo o la opinión… luego es bien complicado incluso considerar el hecho de que tu voz se oiga, porque si no es lo que nuestro interlocutor quiere oír precisamente… seguro se enojan contigo, te reclaman, y ya valiste.

Definitivamente yo me sigo quedando con la idea de que se vale pedir opiniones, pero al final tú debes tomar una decisión en base a lo que sientes, a lo que vives, a lo que ves, a lo que experimentas… porque nadie, NADIE puede saber la totalidad y/o realidad de una situación si no la está viviendo, por mucho que cuentes, por mucho que compartas… ese feeling es único! Y esa decisión puede ser ayudada con ese botón que yo insisto que tengo perdido o fundido, o de plano me lo robaron, así que… úsalo y hazle caso! Que te puede salvar de muchos golpazos innecesarios en el corazón.

Nos leemos pronto!

jueves, 2 de febrero de 2012

Un pedacín de cielo....




Pues sí, resulta que ayer me fui a ver la película “Un pedacito de cielo”, que aunque tenía idea de lo que trataba y sabía que seguro iba a terminar necesitando una buena dotación de Kleenex pues me pareció una buena opción (y la verdad es que es una linda historia y es padre ver que a un actor mexicano no lo ponen en una peli gringa como narco, jardinero o limpiador de albercas).

Y no, el chiste no es contarles de la película ni mucho menos, lo único que puedo hacer es recomendarla (ya sé, puede que a los hombrecitos no les guste mucho la idea, pero aún así, la recomiendo!) porque tiene muchos elementos en ella, no todo es tristeza ni depresión… y lo que más me gustó fue el nombre. Eso fue lo que me dejó pensando. Y lo que levantó inquietudes en mi cabecita, para variar. Que hasta eso, mis inquietudes no tienen mucho que ver con el tema central de la peli, así que no crean que les voy a arruinar la historia si quieren verla...

En mi interpretación, el pedacito de cielo son esos momentos y esos ratos o incluso esas cosas que te hacen sentir la persona más feliz del mundo, sin preocupaciones, sin tensiones, sin molestias… vaya, el estado óptimo de cada persona, esos momentos en donde casi casi reflejas lucecitas y arcoiris.

Será que todos tenemos nuestros pedacitos de cielo aquí en la Tierra? Por supuesto! En mi caso, creo que cada vez que comparto un abrazo, una sonrisa, un beso, una carcajada, cuando me como un chocolate, cuando me regalan una taza, cuando estoy en la sobremesa con la familia los fines de semana tomando vino tinto, cuando abro un libro nuevo, cuando tomo café, cuando escribo… ahí es donde me encuentro con mi pedacito de cielo... y creo que cada uno de nosotros los tenemos, cada día,

Y por supuesto, viene la contraparte, no? El pedacito (y a veces pedazote) de infierno que también nos toca vivir día a día… un mal jefe, un chisme, un corazón roto, una amistad que resultó falsa, una ausencia, una decepción… pero… quizá el chiste sea darle más peso a las cosas buenas, no? Porque no podemos hacer nada para evitar que las cosas-no-tan-lindas sucedan…

Entonces… neta que si queremos disfrutar la vida que se nos ha dado… aferrémonos a nuestros pedacitos de cielo y disfrutemos el paisaje, sea cual sea. Aunque a veces se tiña de colores muy, muy oscuros.