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miércoles, 15 de abril de 2015

Aprender a disfrutar.

La realidad es así... Cuando éramos peques, casi todos moríamos de ganas por ser mayores y hacer todas esas cosas que veíamos a los grandes hacer y con eso sentirnos dueños de nuestros mundos, sin nadie que nos mandara a hacer los deberes, sin rendirle cuentas a ninguna persona, comprándote lo que se te dé la gana, en fin!

Conforme vamos creciendo y nos volvemos adultos, vemos a los niños y añoramos ese tiempo por mil motivos. Antes no había preocupaciones en nuestra cabeza, disfrutábamos más la vida, éramos inocentes, comíamos lo que queríamos sin remordimiento alguno,  no conocíamos eso de la quincena o de trabajar o pago de impuestos, en fin! Y claro, sentimos que no disfrutamos de nuestra niñez al cien por estar preocupados en crecer... aunque la mayoría de las veces no es así, eh? muchos tuvimos una infancia súper feliz y aunque nuestra mente de repente soñaba con ser mayores o nos poníamos los zapatos y la ropa de nuestros papás o jugábamos a tener un oficio (yo me ponía enfrente del espejo y según daba noticias, y claro que tenía mi escritorio armado con un teclado, lapicitos, libretitas... aunque ni al caso con lo que terminé haciendo!), la realidad es que ni sentimos el paso del tiempo, ni nos deteníamos a quejarnos de nuestra edad. 

Pero pareciera que fuimos hechos para no disfrutar el presente que vivimos. Nos la vivimos preocupados por cosas que ya pasaron y que no acabamos de entender que ya no tienen arreglo por más que ocupen lugar en tu cabeza, nos cuestionamos cosas que ni siquiera han sucedido pero que si suceden pueden repercutir un poco en nosotros (y si no suceden, también) y al final, estamos medio ausentes del presente. Y esta situación se repite en todos. Sin distinción. Pareciera que cuando nacimos nos insertaron un chip en la cabeza para vivir preocupados por situaciones inexistentes, por situaciones vividas... y que nos hacen no disfrutar lo que estamos viviendo.

Tratemos de deshacernos de ese chip, y vivir! Sé que suena a súper cliché y súper trillado... pero cuántos no andan solo viendo pasar el día a día sin darse cuenta que, sencillamente abrir los ojos cada mañana es motivo suficiente para sonreír y echarle todas las ganas del mundo a tu día? A pesar del tráfico, del trabajo, del jefe, del compañero de trabajo que te complica un poco la existencia, del gandalla? Digo, los días perfectos no existen, obvio que tenemos nuestros días malos, nuestras experiencias no tan gratas, nuestro ratito de Pitufo Gruñón... pero al final, decidamos que solo sea eso: un ratito! ;) 

Nos leemos pronto!


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